La Vida No Es Color de Rosas: Mi Camino de Resiliencia y Gratitud

Antes que nada, quiero expresar mi gratitud a Dios, nuestro Padre, por cada etapa de mi vida. Crecí en un hogar lleno de amor, donde mis padres me inculcaron valores y principios que, lamentablemente, en muchos hogares de hoy parecen haberse perdido. Disfruté una niñez, adolescencia y juventud llenas de felicidad. Sin embargo, al alcanzar la mayoría de edad, que en Sudamérica son los 18 años, comenzó una realidad que no es de color de rosas.

Es entonces cuando llegan las responsabilidades de la adultez, los desafíos, las metas y esa intensa energía juvenil que nos hace querer conquistar el mundo. Escuché muchas veces la frase: «Eres joven, tienes tiempo para todo». Pero la verdad es que el tiempo pasa rápido y las oportunidades no siempre esperan. Hoy, al mirar atrás, puedo decir que estoy comenzando a concretar muchas de mis metas. Una de ellas es escribir este blog para compartir las etapas de mi vida: mis alegrías, logros y triunfos, pero también mis tristezas y frustraciones. 

Mi historia ha sido un largo camino, marcado por momentos de resiliencia que han estado presentes en cada etapa. Desde joven soñaba con estudiar Comunicación Social, pero mi padre fue tajante al negarme esa posibilidad. Además, los altos costos de la carrera en aquel entonces, ofrecida únicamente por la Universidad de Lima y el Instituto Peruano de Publicidad (IPP), dificultaban aún más mi aspiración. Ante esta realidad, opté por una carrera técnica en Asistencia Ejecutiva (Secretariado Ejecutivo, según mi certificado oficial). Mi objetivo era claro: encontrar una profesión que me permitiera ahorrar dinero rápidamente y, más adelante, costear mis estudios en Comunicación Social.

Conté con el apoyo incondicional de mi madre, a pesar de que ella, junto con mi padre, prefería que estudiara Derecho. Esta preferencia surgió del resultado de los tests vocacionales realizados en mi escuela secundaria, que sugerían áreas como publicidad, locución, periodismo y escritura, pero también mencionaban el Derecho. Convencer a mis padres de que Derecho no era lo mío fue un reto enorme, pero, finalmente, mi madre decidió apoyarme, incluso en contra de sus propios deseos.

Así comenzó mi travesía, en la que las circunstancias de la vida me llevaron por caminos inesperados. Mi primera experiencia laboral fue en Alameda & Hacienda Club en Lima, donde realicé mis pasantías obligatorias. Mi desempeño me llevó a ser contratada como empleada fija en el área de Gerencia de Promociones, Ventas y Cobranzas, como Secretaria Ejecutiva. Posteriormente, trabajé como Secretaria de Gerencia y Presidencia, roles en los que adquirí valiosas habilidades y conocimientos. Siempre estaré agradecida con mi jefa y amiga Iza Delgado, quien me enseñó a aplicar la teoría en la práctica, y con Carlos Beytia, entonces presidente de la institución, por brindarme esa oportunidad.

Luego surgió la posibilidad de mudarme a Venezuela, un país que me abrió sus brazos y me adoptó como una hija más. Allí continué desarrollándome como Asistente Ejecutiva en diversas posiciones, desde secretarías de gerencia hasta vicepresidencias en importantes empresas multinacionales y transnacionales. Fue en Venezuela donde estudié Publicidad, me casé, me divorcié y viví la mayor parte de mi vida. Este país me dio amistades que hoy considero familia, y siempre tendrá un lugar especial en mi corazón.

Vivir sola en un país que no es el tuyo, y siendo mujer, no es fácil. Sin embargo, la resiliencia ha sido mi compañera constante. Cada experiencia, cada éxito y cada desafío me ha fortalecido, dándome las herramientas para seguir adelante.

Esta es solo una parte de mi historia. En la próxima entrega, continuaré compartiendo cómo la vida, aunque no sea de color de rosas, puede convertirse en un camino lleno de aprendizajes, crecimiento y gratitud. aprendizajes, crecimiento y gratitud.